Los muertos y el periodista by Óscar Martínez

Los muertos y el periodista by Óscar Martínez

autor:Óscar Martínez [Óscar Martínez]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Anagrama
publicado: 2021-07-30T03:00:00+00:00


Recuerdo 6: No contemos tu historia ni digamos tu nombre

¿Cuándo es necesario decir no?

Creo que he contado suficientes historias en estas páginas como para dejar claro que no concedo el no con facilidad. Me refiero a este no: no es posible contar esa historia porque no hay forma de garantizar un mínimo de seguridad para esa fuente.

No le concedí el no a Fredys cuando sorpresivamente apareció afuera de la cárcel queriendo cancelar todo el trato bajo el cual durante meses nos había contado cómo mintió en el juicio por los diputados incinerados.

Me pareció que no había argumento alguno, sino pura conveniencia de aquel delincuente cuya carrera criminal se había sostenido gracias a todos los pactos que traicionó. Sabíamos desde el inicio que él corría riesgo. De hecho, esa fue la razón por la que nos buscó. El punto de partida no podía ser la excusa final.

No le impuse el no a Consuelo, a pesar de que yo sabía que su hijo fue asesinado por policías, que su hermano fue asesinado luego y que ella recibía llamadas del teléfono de su hijo muerto.

Concluí que ella ya estaba en la mira de los policías asesinos, que la reconocían como la única sobreviviente dispuesta a hablar desde un inicio, cuando gritó y lloró en la escena del crimen porque no la dejaban entrar a recoger el cadáver de Dennis. Concluí que escribir la historia sin nombrarla era exponerla de la misma forma que si la nombrábamos. Pero sobre todo me pareció que, tras nuestra irrupción en su vida, ella había tomado la decisión digna e informada de hablar con nosotros para luchar contra el sistema por la dignidad de su muerto.

Siempre supe que las esperanzas de que ella ganara en juzgados eran mínimas y que el futuro incluía la posibilidad de que mataran a Consuelo. Lo digo con claridad. Lo otro sería deshonesto. Habían matado a su hijo desarmado, hincado y suplicando, carajo. Sin embargo, decidí respetar su voluntad. Eso sí, sin olvidar nunca que su voluntad nunca hubiera sido la misma si nosotros no aparecíamos aquel día en su casa. Creo que de fuentes valientes como ella se componen relatos parteaguas como aquel.

Puedo equivocarme, lo que no puedo es carecer de un argumento, uno que pueda defender con firmeza. Al menos eso.

Les he contado ocasiones en las que publiqué y les he contado parte del dilema que eso implicó. Ahora les contaré de ocasiones donde no publiqué. Aquellas cuando no conseguí un argumento que justificara el riesgo de la fuente.

En 2015 investigaba el control de las pandillas en el atiborrado centro de la capital. Aquel proceso era complicado como pocos, porque todas las fuentes de calle pedían ocultar su nombre. La mayoría de esas fuentes pertenecían a los 22.000 vendedores informales que a diario vociferan sus productos en esas 250 cuadras del país a las que en la propaganda política se les llama el corazón de San Salvador. No solo pedían ocultar su nombre, sino también su ubicación. O sea, no podía



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